1 Samuel 17, versos 1-4; 8; 10-11
«Los filisteos reunieron su ejército para la guerra, y concentraron sus fuerzas en Soco, pueblo de Judá.
Por su parte, Saúl y los israelitas se reunieron y acamparon en el valle de Ela, y ordenaron sus filas para la batalla contra los filisteos. Los filisteos tenían sus posiciones en un monte y los israelitas en el otro, con el valle de por medio.
Del ejército filisteo salió un famoso guerrero, llamado Goliat, oriundo de Gat, de casi tres metros de alto.
Goliat gritó a las filas del ejército de Israel: ‘No hay necesidad que todo el ejército de ustedes salga, formado, para luchar. Yo represento a los filisteos y me enfrento con cualquiera. Ustedes todos son esclavos de Saúl. Así que, escojan lo mejor que ustedes tengan y que ése se atreva a luchar conmigo. Manden a uno, al que sea, y este asunto se resolverá enseguida.
‘¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Échenme a uno que pelee conmigo!’ Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho miedo.»
Amados: En la vida hemos de enfrentarnos a muchos tipos de «gigantes», a muchas variedades de «Goliat». Nos tropezamos con ellos a diario y se presentan de muchos tamaños, formas y colores. Algunos de ellos nos llegan sin aviso; otros arriban porque, necios nosotros, los invitamos a entrar a la casa de nuestra vida. Hay tantos «gigantes y monstruos» cuya misión es: atormentarte, oprimirte, robarte el vivir y la paz, destruir tu dignidad, deprimirte, engañarte, menospreciarte y martirizarte en lo físico, en lo moral y en lo espiritual.
Los «gigantes» siempre nos acecharán, siempre: la enfermedad, la infidelidad del esposo o la esposa, la ingratitud de los hijos, las borracheras o la vida libertina de un papá o de una mamá, la injusticia sin razón alguna, el desprecio y rechazo de los que pensabas te amaban…los «gigantes» estarán siempre con nosotros, siempre. No hay modo de que no estén o que no existan. Haz de aceptar siempre esa realidad.