Juan 8, 47-55
El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; pero como ustedes no son de Dios, no quieren escuchar.
Los judíos le dijeron entonces:
—Tenemos razón cuando decimos que eres un samaritano y que tienes un demonio.
Jesús les contestó:
—No tengo ningún demonio. Lo que hago es honrar a mi Padre; en cambio, ustedes me deshonran. Yo no busco mi gloria; hay alguien que la busca, y Él es el que juzga. Les aseguro que quien hace caso de mi palabra, no morirá.
Los judíos le contestaron:
—Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham y todos los profetas murieron, y tú dices: “El que hace caso de mi palabra, no morirá.” ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham? Él murió, y los profetas también murieron. ¿Quién te has creído que eres?
Jesús les contestó:
—Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no vale nada. Pero el que me glorifica es mi Padre, el mismo que ustedes dicen que es su Dios. Pero ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería yo tan mentiroso como ustedes. Pero ciertamente lo conozco, y hago caso de su palabra.
Amados: Cristo Jesús, otra vez, con la lucha grande que tiene Él, la lucha de que Su Padre sea reconocido, la lucha de que Él sea aceptado: Él, el hacedor de la voluntad del Padre. Él tiene una lucha por acabar con el fariseísmo, la doblez y la mentira entre los que siguen a Dios, entre los que quieren ser contados en el número de los elegidos. Es que el que es de Dios, escucha las palabras de Dios y aquéllos no querían escucharLe a Él, quien es la Palabra de Dios. Él es de Dios y ellos no quieren escucharLe. Ellos no son de Dios porque no quieren escucharLe. Él es de Dios. Él es la Palabra de Dios.
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