Juan 1, 35-39
«Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Cuando vio que Jesús pasaba por allí, Juan les dijo: ‘¡Ahí está el Cordero de Dios!’
A sus discípulos, Juan les señala a Jesús: «¡ÉSE ES EL CORDERO DE DIOS!» Y, aquellos dos discípulos – nos dice la Palabra en el verso 37 – siguieron a Jesús. ¡ACONTECIMIENTO MEMORABLE! Jesús va caminando y estos dos discípulos de Juan – después que el Bautista les señala a Jesús – se van detrás de Él… ¡JESÚS DELANTE y ellos detrás…guardando la distancia de unos pasos! Asustadizos y tímidos, se habrán, quizá, dicho: «Ay, y ahora, ¿qué hacemos? ¿Qué Le decimos? Y, si nos pregunta Él algo, ¿qué Le vamos a contestar?» Al instante Jesús hizo algo que, por lo menos, yo esperaría que Él hiciera, algo que es característico de Jesús. ¿Qué hizo? Se volteó, se volvió, dio media vuelta y les habló…ÉL. Por decirlo Jesús facilitó el «encuentro» pues se encontró con ellos «a mitad del camino». Cuando Jesús se volvió y les dirigió la palabra, era el modo de Jesús de abrirles la puerta para que ellos entraran.
Amados: El Señor es quien, siempre, toma la iniciativa.
Cuando tú suspiras por el Señor y, por fin, te decides a buscarlo de verdad, el Señor no espera sentado a que tú – en la búsqueda – te canses demasiado buscándoLe y buscándoLe, ¡NO! El Señor – como sucedió con los discípulos de Juan, se voltea, sale a tu encuentro y se encuentra contigo a mitad del camino. Es más, tú nunca hubieras podido ni siquiera comenzar a buscar a Dios, el Señor, si no hubiera sido porque Él ya te había encontrado.
Al darse cuenta de que Le estaban siguiendo, Jesús se voltea y les hace a estos dos una pregunta, LA PREGUNTA MÁS FUNDAMENTAL y CARDINAL de esta vida, de esta existencia, verso 38: «¿QUÉ BUSCAN?» Amados: Yo no puedo precisarte el ¿porqué?, o los ¿porqués? de Jesús al hacerles esa pregunta a aquellos dos. Pero lo cierto es que Jesús se voltea y les pregunta: verso 38: «¿QUÉ BUSCAN?»
Amados: Sería, en extremo, saludable que – de vez en cuando – te colocaras un semáforo rojo en tu camino y te preguntaras: «¿Qué es lo que persigo yo en esta vida?», «¿Cuál es mi meta? ¿Cuál es el blanco al que tira mi vida?», «Desde que me levanto por las mañanas hasta que toca mi cabeza la almohada, ¿qué es lo que, en verdad, estoy buscando allá en mis adentros?»
En esta vida, hay quienes se dan a la búsqueda de una seguridad material. Andan en busca de un puesto, de un trabajo relativamente seguro y estable que les devengue un sueldo, por lo menos mínimo, que baste para suplir las necesidades básicas, y poder ahorrar algo para los días malos. La meta de la seguridad material no es, en sí, mala o equivocada, pero es una meta inferior porque lo material es asunto insuficiente e inadecuado como para que gire alrededor de ello toda nuestra vida, o para que «apostemos» toda nuestra vida en busca, tan sólo, de lo material. Porque al fin de cuentas, en esta vida no hay ninguna seguridad en lo material. En esta vida, no hay tal cosa como seguridad material realmente segura.